sábado, 24 de mayo de 2014

ORIGEN DE LAS ESPECIES - PARTE I

Charles Darwin, el científico naturalista que más contribuyó a la historia de la biología,  autor de “El origen de las especies” (1859).




En  esta obra Darwin fue capaz de explicar en forma simple que las especies cambiaban como resultado de una necesidad nueva; que la lucha por la supervivencia eliminaba las variaciones desfavorables y sobrevivían las más aptas; que el número de individuos de cada especie permanecía más o menos constante; y explicó, por medio de descripciones minuciosas, cómo variaban en todos los aspectos las distintas especies según el entorno.




Aquí algunos apartes de su Obra:
·         Evidente que los seres orgánicos necesitan estar expuestos durante algunas generaciones a condiciones nuevas para que en ellos se origine cualquier gran variación, que continúa luego durante muchas generaciones.
·         Hábitos cambiados producen efectos hereditarios.
·         Nuestras variedades domésticas, cuando se las deja en estado salvaje, gradual pero invariablemente, retroceden en sus distintivos a su primitivo tronco, de donde nace el argumento de que no se pueden sacar de razas domésticas especies correspondientes al estado natural. Podemos seguramente concluir que muchísimas de las variaciones domésticas más marcadas no podrían vivir en estado salvaje
·         La selección ejercida por el hombre, se hace desde luego evidente por qué nuestras razas domésticas se adaptan en estructura o en hábitos a las necesidades o caprichos del hombre
·         Luchar por la existencia es inevitable consecuencia de la elevada proporción en que tienden a aumentarse todos los seres orgánicos.
·         La cantidad de alimento para cada especie da naturalmente el límite extremo al que puede llegar en su crecimiento
·         El clima desempeña también un papel importante en la determinación del término medio del número de una especie, y parece ser que de todos los obstáculos, los que más efectos causan son las estaciones periódicas de frío o de sequedad extremas.
·         Todo lo que podemos hacer es conservar constantemente la idea de que todo ser orgánico se esfuerza por aumentar su proporción geométrica, y que en algún período de su vida, durante alguna estación del año, durante cada generación o con intervalos, tiene que luchar por la vida y sufrir una gran destrucción. Cuando reflexionamos acerca de esta lucha, nos podemos consolar con la plena creencia de que la guerra de la naturaleza no es incesante, de que no se siente el miedo, de que la muerte es generalmente pronta, y de que los seres vigorosos, saludables y felices sobreviven y se multiplican.

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